CAMINO A ÍTACA
8 de julio de 2024
Naufragio
Náufrago fui, navegante soy-escribió Lucio Anneo Seneca, el gran filósofo estoico. De naufragios y salvaciones escribe Marita Retes, de las posibilidades de alcanzar tierra firme después de haberlo perdido todo.
Naufragio
Licia Martínez, especialista en naufragios o lo que es lo mismo, psicóloga.
Acostumbrada a escuchar la sirena del barco alertando del inminente peligro y siempre dispuesta a repartir salvavidas, bajar los botes de goma y calmar a los aterrorizados pasajeros, es decir, a sus pacientes.
Las personas llegaban a ella con la desolada actitud de quien cree que lo ha perdido todo, de quien ha naufragado en las aguas de su propio inconsciente y no sabe cómo mantener firme el timón de su vida.
Y ella, poco a poco, les iba mostrando alguna forma de revertir la desgracia, empezar de nuevo y darse cuenta de lo mucho que estaban aprendiendo en la nueva situación que les tocaba vivir.
Porque un naufragio es eso, es ver cómo el mar se lleva nuestras pertenencias sin pedirnos permiso.
Es ver flotando, cada vez más lejos, lo que habíamos considerado como propio y obtenido con esfuerzo y dedicación.
Y fue así como aprendimos a flotar, o a agarrarnos de algo que flotaba. Aprendimos a nadar sin descanso hasta divisar una línea oscura en el horizonte y supimos que las etéreas gaviotas eran una señal de que había tierra cerca.
Aprendimos a recibir ayuda y a ayudar.
Hasta que por fin un día tocamos tierra, con las manos, con las rodillas, con los pies, con lo puesto o casi desnudos; supimos que el cambio nos había fortalecido.
Ella, la especialista en naufragios, nos fue estimulando para que comenzáramos a transitar solos el nuevo camino confiando en nuestras propias fuerzas.
Los restos del barco quedaron atrás, el mar se los llevó.
Respiramos profundo y agradecimos el estar vivos.
MARITA RETES
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